En el terreno de la comunicación, un ego mal gestionado lo distorsiona todo. Y lo peor es que lo hace de forma sutil, mientras creemos que estamos actuando con lógica, firmeza o incluso justicia. Pero no: muchas veces, lo que estamos haciendo es hablar desde la necesidad de imponernos, de defendernos o de quedar por encima. Y, cuando eso ocurre, ya no hay diálogo; hay conflicto.
En contextos de liderazgo -ya sea en una empresa, un proyecto o una familia-, puede ser especialmente negativo. Porque, cuando el ego domina, dejamos de escuchar, cerramos el espacio a las ideas ajenas, y confundimos liderazgo con autoridad. Y eso bloquea la creatividad, la motivación… y la confianza.
Si no escuchamos, no aprendemos. Si no cedemos, no conectamos. Si no confiamos, no crecemos. Se trata de evolucionar hacia la comunicación generativa; esa forma de comunicar que no solo transmite, sino que transforma.